jueves, 28 de febrero de 2008

La tragedia del avión de Peñalolén

Una pena tremenda.

Una tragedia tan cercana.

No es solo mi comuna, sino también mi comunidad parroquial, con una conocida entre las víctimas: Sandra, la coordinadora de catequesis de Primera Comunión que mis hijos acaban de hacer en la Parroquia San Alberto Hurtado y a cuya familia le envío todo mi cariño.

También es mi municipalidad, con Claudio, un alcalde tan cercano que, cuando el viernes pasado vino a inaugurar el semáforo de la entrada a mi villa nos invitó a todos los vecinos a usar la "infra" deportiva de la "muni". Eso incluía la multicancha del desastre.

El avión cayó a escasas cuatro cuadras de mi casa. Pertenece a Carabineros, igual que varios de mis familiares, entre ellos el oficial y piloto Marco Alvarado. Hace justo dos años mi esposa, mis hijos y yo volamos con él en un avión idéntico al que amputó tantos sueños ayer.

El accidente me toca el alma más de lo que quisiera.

Me sumo a quienes creen que los aeródromos no deben estar en medio de la ciudad, cuestión que sostengo desde que hace 17 años escribí un reportaje titulado "Vuelos hacia la muerte" en revista "Qué Pasa".

Qué cerca estamos, a cada momento, de la muerte, esa cruda realidad en la que no solemos pensar, pero que nos destroza cuando aparece a nuestro lado.

Y qué cerca estamos, a cada instante, de la vida plena y feliz. Por eso, ¡aprovechémosla mientras la tengamos! El único día que existe realmente es hoy. Y el amor está en tu corazón permanentemente si tú no dejas que se te escape.